Sesgo del Resultado o Outcome Bias

El sesgo de resultado es un error que se comete al evaluar la calidad de una decisión cuando ya se conoce el resultado. El efecto de resultado ocurre cuando el mismo comportamiento hace que nos culpemos más cuando produce un resultado malo en lugar de bueno, incluso si el resultado está determinado por el azar.

Si bien es similar al sesgo retrospectivo, los dos fenómenos no son lo mismo. El sesgo retrospectivo se enfoca en la distorsión de la memoria para favorecernos, mientras que el sesgo del resultado se enfoca únicamente en ponderar el resultado pasado más que otras piezas de información al determinar si una decisión anterior fue correcta.

Supongamos que hemos aceptado un nuevo trabajo y todo va perfecto, excelentes compañeros de trabajo, un trabajo satisfactorio y un generoso ascenso después de un año. Ahora consideremos el resultado opuesto: trabajo insatisfactorio, compañeros de trabajo hostiles y, además, nos despiden. Nos quedamos sin trabajo un año después. 

¿Cuál fue la mejor decisión, elegir el primer trabajo o el segundo? A simple vista podría parecer que la primera es la mejor decisión, pero el problema es que en este caso realmente no podemos saber nada sobre cuál fue la mejor decisión, porque no se menciona nada sobre los elementos que nos llevaron a decidir. Lo único que sabemos es el resultado, y esto cae dentro de lo que se conoce como hindsight bias.

Con frecuencia pasamos por alto el proceso de toma de decisiones. Centrarse únicamente en los resultados puede conducir a una evaluación incorrecta de la calidad de la decisión. El uso del resultado para evaluar la calidad de una decisión se denomina como sesgo del resultado. 

Puede parecer racional, pero un atajo mental nos engaña al enfatizar  el papel de una decisión en el resultado final y subestimar el papel de la suerte. Cada decisión tiene una serie de posibles resultados. Estos resultados pueden ser positivos, negativos, desagradables o cualquier combinación de los tres. 

Cualquiera que sea el caso, nuestra percepción de cómo se logró ese resultado cambia en retrospectiva. Podemos creer que la mala suerte causó un mal resultado, o podemos atribuirnos el mérito de un buen resultado, incluso si se debió en parte a la suerte. 

Como resultado, seguimos cometiendo los mismos errores o tomando malas decisiones porque partimos de premisas equivocadas y no estamos evaluando  el proceso de toma de decisiones. Sólo nos preocupa el resultado. 

Por ejemplo, si nos saltamos un semáforo de noche y no nos pasa nada, ¿significa eso que tomamos la decisión correcta? No, porque que algo salga bien una vez no significa que vaya a volver a salir bien, ni que se reduzcan los riesgos asociados a esa decisión. 

Usar los resultados para sacar conclusiones sobre nuestras decisiones, sin tener en cuenta la información que teníamos antes y como la hemos procesado, puede llevarnos a cometer grandes errores. Por ejemplo, podemos concluir que algo malo le ha pasado a alguien como resultado de una mala decisión. O podemos culparnos a nosotros mismos si algo no sale según lo planeado, incluso si algunos factores están fuera de nuestro control. 

Entender que los resultados son solo una parte del todo y que para tomar buenas decisiones tenemos que entender el conjunto, es el primer paso para tomar decisiones de mejor calidad, independientemente de si los resultados son positivos o negativos.

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