Probablemente estemos acostumbrados a la historia de Ícaro, quien tiende a escapar del encarcelamiento en Creta usando alas hechas de cera. A pesar de las advertencias de su padre, Ícaro voló demasiado alto. El sol derritió sus alas, e Ícaro se lanzó a la muerte. A través de advertencias e historias como esta, la sociedad nos enseña a tener miedo de correr riesgos.
Esto nos mantiene a salvo cuando somos jóvenes, pero nos detiene como adultos. Nos decimos a nosotros mismos que no tenemos lo que se necesita para conseguir ese ascenso, o pedirle una cita a la persona que nos gusta. Pero si cambiamos la historia que nos estamos contando, podremos ganar mucho más de lo que creemos.
Muchos de nosotros pensamos que el éxito pertenece a la élite, no a la gente común, así que no nos molestamos en intentarlo. Esta actitud demuestra una idea del autor David Schwartz en su libro La magia de pensar en grande. El principal obstáculo que nos impide alcanzar nuestras metas no es nuestro saldo bancario o la falta de tiempo, es nuestra mente.
Para combatir los pensamientos que nos desalientan de perseguir nuestros sueños, practiquemos el pensamiento divergente. El pensamiento divergente es un método utilizado para estimular la creatividad al generar ideas sin limitaciones ni restricciones. En el pensamiento divergente, todas las ideas son bienvenidas, independientemente de las restricciones del mundo real, como el presupuesto. Cada idea se acepta como una posibilidad. solución.
Esto asegura que no descartemos ningún concepto prematuramente. De esa forma, nuestra mente es libre de adentrarse en el reino de la creatividad y la innovación. Aquí, podemos explorar lo que podríamos hacer, en lugar de lo que pensamos que deberíamos hacer. Una vez que hemos terminado de generar posibilidades, podemos darle la bienvenida a nuestro «yo» racional, para evaluar nuestras ideas.
En sus inicios, el fabricante aeroespacial Blue Origin contrató al autor de ciencia ficción Neal Stephenson para que les ayudara a imaginar formas de llegar al espacio sin usar un cohete. Stephenson no es un ingeniero espacial, pero su creatividad inspiró diseños innovadores.

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