Los Cinco Cánones fueron reunidos y organizados por el conferenciante romano Cicerón, en su tratado De Inventione, escrito entre el año 50 a. Y 150 años después, en el 95 d. C., el retórico romano Quintiliano exploró los cinco cánones con mayor profundidad en su histórico libro de 12 volúmenes sobre retórica, Institutio Oratoria. Su libro de texto y, en consecuencia, los Cinco cánones de la retórica, se consideraron como la base de la educación en retórica hasta bien entrada la época medieval.
¿Cuáles son los cinco cánones de la retórica?
● inventio (invención): El proceso de desarrollar y refinar nuestros argumentos.
● dispositio (arreglo): El proceso de ordenar y organizar nuestros argumentos para lograr el máximo impacto.
● elocutio (estilo): El proceso de determinar cómo presentamos nuestros argumentos utilizando figuras retóricas y otras técnicas retóricas.
● memoria (memoria): El proceso de aprender y memorizar nuestro discurso podemos pronunciarlo sin el uso de notas. El trabajo de la memoria no solo consistía en memorizar las palabras de un discurso específico, sino en almacenes de citas célebres, referencias literarias y otros hechos que podrían usarse en discursos improvisados.
● actio (entrega): El proceso de practicar cómo pronunciamos nuestro discurso usando gestos, pronunciación y tono de voz.
¿Qué es el estilo?
Cuando las personas escriben memorandos o dan discursos persuasivos, la atención se centra en lo que van a escribir o decir. Aunque es importante que tengamos algo sustantivo que decir, es quizá aún más importante cómo presentamos nuestras ideas. El canon de estilo nos ayudará a presentar nuestras ideas y argumentos, en una forma que la gente probablemente escuchará.
Las cinco virtudes del estilo
Las cinco virtudes del estilo fueron desarrolladas por primera vez por dos alumnos de Aristóteles: Teofrasto y Demetrio. Los antiguos retóricos romanos Cicerón y Quintiliano enseñaron las virtudes a sus alumnos y agregaron su propio giro.
1. Corrección. Corrección significa hablar o escribir según las reglas y normas del idioma de uno. Un comunicador efectivo usa las palabras correctamente y sigue las reglas de la gramática y la sintaxis. ¿Por qué? En primer lugar, el uso correcto garantiza una comunicación clara y precisa.
Y segundo (y quizás más importante), el uso correcto del lenguaje establece fiabilidad (o ethos) con una audiencia porque indica que el hablante o escritor tiene una buena educación, comprende los matices del lenguaje y presta atención a los detalles. Cuando alguien detecta errores de lenguaje en un discurso o en un texto, a menudo surge la idea: «Si el autor ni siquiera puede seguir las reglas básicas de la gramática o incluso tomarse el tiempo y el esfuerzo para revisarlas, ¿por qué debería confiar en lo que tiene que decir?»
Cuando intentemos persuadir a otros, debemos intentar de evitar cualquier cosa que pueda distraer a nuestra audiencia de nuestro argumento. Es importante no darles una razón para desacreditarnos por ser perezosos con la gramática y el uso correcto.
Nota: Sé muy bien que muchos de los artículos de TheTower contienen errores gramaticales (¡quizás incluso este libro los tenga!), y que esta sección ofrece la oportunidad perfecta para comentar con sarcasmo esta aparente ironía. Intentamos editar nuestros artículos varias veces, pero es casi imposible detectar todos los errores; Se ha demostrado que el cerebro ve cosas que probablemente estén ahí, pero no están. Aunque carecemos de un editor profesional, hacemos nuestro mejor esfuerzo. Y eso es lo que debemos buscar con nuestra retórica, no la perfección, sino nuestro esfuerzo. Y como oyente o lector, quizá no va mal dar el beneficio de la duda antes de descartarlos por completo, si parece que han tenido en cuenta otros de los elementos necesarios.
2. Claridad. Es difícil ser persuasivo cuando las personas ni siquiera pueden entender lo que estamos intentando decir. La claridad y la escritura aseguran que nuestro mensaje llegue a nuestra audiencia.
Esto es importante, sobre todo para aquellos de nosotros que intentamos parecer más inteligentes, usando palabras rebuscadas o poco comunes y estructuras de oraciones complejas. Cuanto más simples escribamos, más inteligentes parecemos. Escribir inteligente es escribir de forma simple. Aunque por desgracia, esto no significa que sea fácil para nosotros.
Escribir con claridad es difícil. Requiere que pensemos mucho sobre nuestro tema, lleguemos a su esencia y luego pongamos esa esencia en palabras que nuestra audiencia pueda entender. Algunas estrategias que podemos usar para escribir y hablar con mayor claridad son las siguientes:
● Escribir como si hablásemos con un niño de 12. Si un niño puede entender nuestro discurso o artículo, es probable que un adulto de educación promedia también pueda. Podemos practicarlo si intentamos entender y simplificar problemas legales/éticos complejos o teorías científicas. Si nos quedamos perplejos con lápiz y papel en la mano, podemos buscar a algún primo, nieto, sobrino o cualquiera que se acerque a esta edad e intentar explicarle el tema. Tener esto en mente puede ayudarnos enormemente a la hora de escribir mejor.
● Usar verbos fuertes. Evitar es, son, fue, fueron, ser, ser, sido. Entonces, en lugar de decir «Juan fue acusado por Monica», podemos decir «Monica acusó a Juan». Más corto, más claro y más impactante. Podemos descubrir estas situaciones haciendo ctrl+f para esos verbos y ver si podemos reemplazarlos con verbos más fuertes. Aunque a veces, puede que no encontremos formas de que la frase suene mejor sin esos verbos.
● Mantener la longitud promedio de las oraciones en unas 20 palabras. La longitud de la oración es uno de los factores más importantes para determinar cómo se entiende lo que estamos diciendo o escribiendo. Las ideas pueden perderse en oraciones muy largas. Aunque debemos evitar las oraciones largas en la medida de lo posible, tampoco queremos que todas nuestras oraciones tengan cinco palabras cada una. Eso hace que escribir y hablar suene entrecortado y apresurado. Un número aceptable, podría ser un promedio de alrededor de 20 palabras por oración, mezclando oraciones de diferentes longitudes.
● Mantener los párrafos cortos. Idealmente, cada párrafo debe contener una idea. Esto asegura que nuestro lector no se pierda. Cuando escribimos párrafos largos, es para que se cuele más de una idea. Asi que podemos evitarlo, manteniendo los párrafos cortos, entre una, si queremos decir algo impactante, y 4 o 5 lineas.
● No utilizar palabras rebuscadas cuando una palabra más simple también funcionaría. Si tenemos que elegir es probable que sea mejor la palabra simple.
3. Evidencia. No estamos usando «evidencia» en el sentido de los hechos que proporcionamos para probar la lógica. Para los retóricos clásicos, la calidad de la prueba era una forma de medir lo bien que el lenguaje alcanzaba las emociones de una audiencia a través de una descripción vívida. A las personas se les convence más por la emoción (pathos) que por la lógica (logos). Una de las formas de obtener una respuesta emocional de las personas es apelar a sus sentidos físicos mediante el uso de descripciones vívidas.
Por ejemplo, supongamos que estamos presentando que nuestra ciudad necesita dedicar más fondos para combatir el hambre infantil. En lugar de empezar nuestro discurso o carta soltando un montón de hechos, sería más persuasivo contar una historia de un niño específico que es víctima del hambre. En nuestra historia, deberíamos describir las condiciones en las que vive este niño: los olores, lo que ve, los sonidos. Las el hambre punzante que no le permite dormir.
¿Quién no querría ayudar a este niño?
4. Propiedad. La propiedad es la calidad del estilo relacionado con la selección de palabras que encajan con el tema de nuestro discurso y aseguran que sean apropiadas para nuestra audiencia y para la ocasión. Contextualizar significa decir lo correcto, en el lugar correcto, en el momento correcto.
Un evento retórico donde vemos violada flagrantemente la calidad del decoro es el de una boda. No puedo contar cuántos de estos discursos he presenciado donde alguien dice algo que hace que todos en la sala se estremezcan. Pensarías que tienen sentido, pero un brindis de boda frente a la nueva esposa del novio y su familia no es un lugar apropiado para hablar sobre las relaciones pasadas del novio o una noche de borrachera que tuvimos con él en nuestros días de universidad. Podrías pensar que es divertido, pero la recepción de una boda no es el lugar para ese tipo de humor. Estaría bien en una noche de birras, pero no en un brindis.
5. Adorno. La ornamentación implica hacer que nuestro discurso o texto se escuche o lea mediante el uso de figuras retóricas y la manipulación del sonido y el ritmo de las palabras. Los autores clásicos se centraron en incorporar diferentes figuras retóricas para decorar sus discursos.
● Aliteración. Repetición de la misma letra o sonido dentro de palabras cercanas. Muy a menudo, consonantes iniciales repetidas.
○ Ejemplo: “En algún lugar en este momento está naciendo un niño en América. Que sea nuestra causa darle a ese niño un hogar feliz, una familia saludable y un futuro esperanzador”. — Bill Clinton, discurso de aceptación de la Convención Nacional Democrática de 1992
● Onomatopeya. Uso de palabras que suenan como lo que describen.
○ Ejemplo: palabras para mostrar Acción. ¡Pow! ¡Oraoraora! ¡Bam!
● Asíndetón. La omisión de conjunciones entre cláusulas, a menudo dando como resultado un ritmo apresurado o un efecto vehemente. Quizá de los mejores ejemplos de esto, es la frase de César después de sus campañas contra los galos.
○ Ejemplo: “Veni, vidi, vic«.
● Símil. Una comparación limpia, a menudo (pero no obstante) que emplea “parecido a” o «como».
○ Ejemplo: “La disciplina es como una chispa. Usada correctamente puede darnos calor energía, y lo necesario para conquistar nuestros miedos. Pero usada sin cuidado puede quemarnos hasta los cimientos”.
● Metáfora. Una comparación hecha equiparando una cosa con otra, mostrando que dos cosas diferentes tienen algo en común.
○ Ejemplo: “Nuestra determinación ha de ser como las murallas de constantinopla, capaz de vencer incluso aquello capaz de conquistar el mundo”.

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