¿Por que se da el bias de las manos calientes?

El bias de las “manos calientes”, fenómeno de las manos calientes o “falacia de las manos calientes”, hace referencia a un fenómeno que se suele ver en el campo del trading y de las apuestas, por el cual cuando alguien consigue resultados positivos, es mucho más probable que siga jugando al asumir que “está de suerte” y que su racha persistirá, sin tener en cuenta que la probabilidad sigue siendo la misma.

Se cree que las razones por las que se produce el fenómeno de las manos calientes son principalmente 2:

1)El bias de confirmación, o sesgo de confirmación, que nos lleva a pensar que algo sucede porque queremos creerlo, de forma que este efecto podría haber resultado como un subproducto del deseo de los aficionados del mundo del baloncesto de que existiese un aumento de la probabilidad de acertar por parte de los jugadores tras encestar. Esto aumentaria la excitación de los encuentros gracias a que si el equipo está perdiendo, creer que alguien tendrá más oportunidades de encestar crea la expectativa de una remontada. También podría nacer simplemente como un efecto del sesgo de confirmación sobre las memorias, y nuestra tendencia a recordar eventos como nos hubiese gustado que fuesen.

2)La ilusión del agrupamiento, o clustering illusion, explica porque cuando al lanzar una moneda sale cruz 10 veces, asumimos que la siguiente saldrá cara. Este bias del agrupamiento nace de nuestra dificultad a la hora de entender que cuando trabajamos con muestras pequeñas es mucho más fácil ver gran variabilidad.

Si lanzasemos la moneda 100 veces veríamos que los números se acercarian al 50% de probabilidades para ambas opciones, y si lo lanzamos 1000 veces se acercara aun mas, siempre que no sea un moneda trucada. De esta forma la ilusión del agrupamiento junto al bias de la disponibilidad, dar prioridad a la información que recordamos o tenemos delante, hacen que caigamos en el bias de la frecuencia base, no hacer caso a la probabilidad real de un fenómeno aún conociéndola.

Básicamente que lo que tenemos delante nos lleva a olvidar que en realidad es parte de un contexto mucho más grande y que por lo tanto lo que vemos no tiene porque ser el resultado final. Este bias nace de nuestro deseo constante de ver patrones que podamos usar para explicar la causalidad de fenómenos, aún cuando a veces no hay relación alguna entre ellos.

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