La lógica y las emociones

Para bien o para mal, nuestras emociones suelen dictar gran parte de lo que hacemos. Podríamos pensar que nuestras emociones son un lastre para la lógica. Como por ejemplo, cuando durante una discusión, si se tratan algunas de nuestras vulnerabilidades o nos sentimos acorralados, podemos recurrir a un comportamiento emocionalmente cargado, como gritar, amenazar o lanzar insultos, incluso cuando sabemos que no deberíamos. 

Esto no nos ayuda a refinar nuestros argumentos o considerarlos desde una perspectiva diferente. Pero si somos capaces de juntar las ideas de los estoicos, de que podemos controlar nuestras emociones, y aplicar las herramientas de la lógica, entonces no sólo dejan de ser un lastre, sino que se convierten en una fuente de energía. 

Empecemos examinando lo que ocurre cuando nos ponemos a la defensiva. Si no estamos a favor de la afirmación «Me gustan más los perros que los gatos», podríamos decir «Mentira, los gatos son mejores» Pero este tipo de respuesta solo hace uso de la emoción, y con algo de lógica puede mejorar mucho más.

Para empezar, podríamos pensar en qué pasaría si los perros fueran tan buenos como los gatos. El primer paso es no centrarnos solo en lo que creemos que es cierto, sino explorar otras posibilidades y con ello evitar los sesgos cognitivos que quizá estan controlando nuestra forma de pensar. Por ejemplo, en este caso, seguramente nos estemos dejando llevar por el sesgo de confirmación y el sesgo de disponibilidad. El primero nos lleva a pensar que lo que creemos es cierto y buscar únicamente aquello que concuerda con lo que ya queriamos demostrar.

El segundo, el sesgo de disponibilidad o heurística de disponibilidad, hace referencia a nuestra tendencia a priorizar aquello que vemos más a menudo. Por ejemplo, si desde pequeños siempre hemos tenido gatos en casa, es más probable que les demos prioridad y pensemos que son mejores.

Entender que muchas veces hay sesgos cognitivos controlando nuestras decisiones, nos permite dar un paso atrás y ver el conjunto.Aunque este ejemplo de mascotas puede parecer trivial, es útil dar pasos para reconocer la posibilidad de un área gris, la mayoría de los problemas en la vida nunca son blancos o negros. Cuando estamos lidiando con un conflicto, también tenemos que lidiar con suposiciones. 

Por ejemplo, si nuestro hijo no aprueba un examen de matemáticas, podemos suponer que es culpa suya, y que no ha estudiando lo suficiente. Pero no hemos considerado otras opciones. ¿Esta bien emocionalmente? ¿Estaba enfermo ese día en particular? ¿Puede haber llegado tarde al examen por alguna razón? Tal vez una combinación de factores contribuyó a su bajo rendimiento. 

Para superar este tipo de pensamiento limitado, debemos preguntar repetidamente «¿Por qué?» hasta que podamos reducir la ambigüedad. Esto no significa hacer preguntas hasta el fin de los tiempos, sino más bien dedicarle el tiempo suficiente para encontrar algo que nos permita llegar a un acuerdo, o una hipótesis que podamos testear. Esta es la forma que tiene la lógica de darnos esos peldaños de valor incalculable que nos pueden llevar directamente al origen de cualquier conflicto. Si podemos dejar de lado nuestras emociones, la lógica puede llevarnos a la verdad.

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