La experiencia y la inteligencia
Solemos pensar que la experiencia es el mejor maestro, pero si lo que usamos para aprender y crear esta experiencia es erróneo, el único resultado que tendremos será tener una experiencia errónea.
Esta es la razón por la que entrenar nuestro criterio y crear metodologías para la toma de decisiones es tan importante, si queremos saber lo bien que alguien entiende un proceso deberíamos estudiar los métodos y checklists que usa para tomar decisiones y cómo las ha modificado con el tiempo. Esto nos dará una comprensión mucho más sólida sobre la capacidad de aprendizaje de esta persona y la posibilidad de que las mejoras en su criterio se mantengan en el tiempo.
Un factor muy importante ya que se ha visto que puede haber de media hasta un 50% en el grado de disparidad en la elección de la “decisión óptima”, entre empleados de una misma empresa.
Los peligros de la experiencia
Tendemos a asumir que nuestra intuición es un factor que extremadamente ventajoso, y sin duda lo es a nivel de acelerar nuestra toma de decisiones y ser más efectivos, pero esta intuición puede llevarnos a cometer errores con gran facilidad.
No entrenar nuestra intuición, principal resultado de la experiencia, de forma consciente llevará a que en toda decisión que tomemos estemos asumiendo mucho más riesgo del que creemos.
Tomar una decisión significa estudiar la información que tenemos y basándonos en esta y nuestra experiencia decidir hasta qué punto es rentable o no una acción. Pero si uno de los factores, nuestra intuición, está construido sobre una base en la que no podemos confiar, el grado de riesgo asociado a cada decisión se multiplica, y lo peor de todo es que se multiplica por un factor desconocido que puede variar según la situación.
Esto resulta en una capacidad de toma de decisiones de la que no nos podemos fiar, debido a que carece de una estandarización del error asociado a las decisiones en cada campo. En ciencia siempre se trabaja con el error, algo que nace debido a la inexactitud de los aparatos que usamos, de forma que en todo momento asumimos que nuestros resultados pueden tener una cierta tasa de error.
A nivel de la investigación esto no es un gran problema, debido a que tener una cierta tasa de error se puede solventar si la tasa de error es siempre la misma y por suerte el error asociado al material usado no suele variar, gracias a que lo calibramos cada x tiempo.
Pero no se da el mismo caso en lo que respecta a nuestra capacidad de decisión. Nunca nos tomamos el tiempo ni para entender el proceso que usamos, ni para entender la tasa de error asociada a cada tipo de decisión y mucho menos dedicamos el tiempo a calibrar nuestra única herramienta, la mente.
Sin darnos cuenta, cada día realizamos experimentos sin saber qué reactivos estamos usando ni la tasa de error de nuestras herramientas, algo que llevaría a que cualquier experimento científico se considerase como no válido.
Pero lo hacemos todos los días, e incluso nos jactamos hablando de lo importante que es la intuición y la opinión de los expertos, sin saber que hasta cierto punto que hayamos tenido razón hasta ahora, si es que la hemos tenido y no es solo un bias, se acerca más a suerte que a estrategia o conocimiento real.
Tomar decisiones como nos suelen enseñar implica un grado de riesgo asociado a cada decisión muy superior al riesgo esperado. Esto significa que en todo momento realmente sólo estamos disfrutando de un sentimiento de seguridad falso.

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