Se crea un anhelo cuando le asignamos un significado a una señal. Con un por qué lo suficientemente grande podemos superar cualquier cómo. Si nuestra motivación y nuestro deseo son lo suficientemente grandes, actuaremos incluso cuando sea difícil. Un gran deseo puede impulsar una gran acción, incluso cuando la fricción es alta.
Estar motivado y la disciplina cuenta más que ser inteligente, porque lleva a la acción y permite mantenerla. Para hacer algo, primero debemos cultivar un deseo por ello. Apelar a las emociones suele ser más poderoso que apelar a la razón. Nuestros pensamientos y acciones tienen sus raíces en lo que nos parece atractivo y no necesariamente en lo lógico.
El sufrimiento impulsa el progreso. La fuente de todo sufrimiento es el deseo de un cambio de estado. Ésta es la fuente de todo progreso. El deseo de cambiar nuestro estado es lo que nos impulsa a actuar.
Nuestras expectativas determinan nuestra satisfacción. Si la brecha entre las expectativas y los resultados es positiva (sorpresa y alegría), entonces es más probable que repitamos un comportamiento en el futuro. Si el desajuste es negativo (decepción y frustración), es menos probable que lo hagamos. Por eso se suele decir que es importante empezar por algo tan fácil que sea imposible que no lo hagamos, porque entonces las emociones asociadas casi seguro serán positivas.
Los sentimientos vienen tanto antes como después del comportamiento. El sentimiento nos motiva a actuar. La recompensa nos enseña a repetir la acción en el futuro:
Señal> Deseo (sentimiento)> Respuesta> Recompensa (sentimiento)
Cómo nos sentimos influye en cómo actuamos y cómo actuamos influye en cómo nos sentimos. El deseo inicia. El placer sostiene. Querer y el disfrute son los dos impulsores del comportamiento. Si no es deseable, no tenemos ninguna razón para hacerlo. El deseo y el anhelo son los que inician un comportamiento. Pero si no es agradable, no tenemos motivos para repetirlo. El placer y la satisfacción son los que sustentan una conducta. Sentirnos motivados nos hace actuar. Sentirnos exitosos nos hace repetir.
Todos los hábitos se basan en un patrón de 4 pasos
Todos los hábitos se basan en 4 pasos que son la señal, el deseo, la respuesta y la recompensa.
Pensemos por ejemplo en el hábito de mirar nuestro móvil. Estamos trabajando o en el metro y nos sentimos incómodos, o no realmente incómodos, pero sin duda no estamos disfrutando la situación.
Cuando sentimos esto deseamos una salida, algo que nos distraiga, que en este caso será el móvil.
Procedemos a sacar el teléfono y buscar alguna distracción, puede ser Youtube, Instagram o cualquier otra.
Cuando hacemos esto conseguimos una recompensa, encontramos ese canal que tanto nos gusta y que acaba de sacar un nuevo vídeo que aún no hemos visto, lo vemos y nos encanta.
Al hacer esto, hemos asociado el hecho de sentirnos incómodos con la acción de sacar el móvil. Y hemos unido la acción de sacar el móvil con una recompensa y con ello hemos hecho que la conexión sea más fuerte.
Una vez que entendemos esto, podemos ver que la clave está en descubrir las señales que inducen los hábitos y sustituir los hábitos que queremos eliminar por otros que queremos añadir.
Y para eso es muy importante saber cómo añadir el valor de los hábitos

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