El efecto del Doctor Fox

El efecto del Doctor Fox, hace referencia a un fenómeno por el cual la calidad del contenido a nivel de entretenimiento y complejidad puede mejorar nuestra percepción de un experto, sin que se tenga en cuenta su conocimiento real. El efecto del Dr. Fox es el nombre científico del vendehumos.

En 1970 se realizó un estudio en el que el Dr. Myron L. Fox, nombre real Michael Fox, presentó una clase sobre “Cómo aplicar los modelos matemáticos de la teoría de juegos a la educación de médicos” a un grupo de profesores altamente cualificados.

Tras la clase se pidió que los maestros puntuasen al Dr. Fox según lo educativa que fuese su presentación. Los participantes pensaron que la meta era evaluar el contenido, pero en realidad el objetivo del estudio era ver hasta que punto profesores participando en una nueva situación de estudio pueden sentirse satisfechos sobre lo que han aprendido, incluso cuando el contenido es irrelevante, contradictorio, y sin sentido.

El material usado por el Dr. Fox fue simplemente el de un artículo de divulgación sobre el tema. Lo único especial fue que se entrenó al Dr. Fox para presentar con un uso “excesivo del double talk” o habla doble, uso de palabras sin sentido o inventadas para dar una apariencia de conocimiento, neologismos, palabras nuevas, y argumentos non sequitur, argumentos en los que la conclusión no se puede extraer de las premisas dadas.

Todo ello con pizcas de humor, y referencias sin sentido a temas no relacionados. En la primera clase, en la que no usó lenguaje corporal y que dio de forma monótona, Fox recibió una evaluación baja. Pero en la segunda se noto la diferencia.

Entrenaron al Dr. Fox para ser capaz de presentar las ideas de un articulo de divulgación de forma que pareciesen ideas impartidas por un experto, de forma que los alumnos pensasen que su falta de comprensión era suya en lugar de culpa del profesor. El resultado fue que se califico su clase con la misma nota que la de expertos reales.

Esta técnica hace uso de nuestra falta de confianza en nuestro juicio y de la confianza  que asociamos a las figuras de autoridad y expertos, y como, de forma inconsciente, relacionamos la complejidad de un argumento con el conocimiento de la persona que lo usa.

Un ejemplo más reciente de lo susceptibles que somos al efecto es la charla TED “How to sound smart in your TEDx Talk”, o “Como sonar inteligente en tu charla TEDx” en la que el conferenciante demuestra de forma práctica cómo controlar nuestro lenguaje corporal y uso de palabras permite aumentar la atención e incluso crear la esperanza de que haya algo oculto detrás de la información aparentemente aleatoria.

Esto demostró que la confianza que asociamos a la información puede depender más de quien lo diga y como lo diga, que del contenido en sí. De esta forma a veces se incentiva más transmitir información que guste, que transmitir información útil.

Otro estudio de resultados parecidos fue uno realizado con cadetes de la armada aérea, en el que se evaluó a profesores novatos y profesores experimentados. Usando el mismo material para las clases, y con 10 mil estudiantes en el experimento, los resultados iniciales fueron superiores para los profesores novatos. Los profesores novatos también recibieron mejores evaluaciones por parte de los alumnos.

Pero esto se debió no a que fuesen superiores, sino que tendían a enseñar mas detalles de interés a nivel de exámenes. Pruebas posteriores demostraron que los alumnos de los profesores más experimentados consiguieron mejores resultados a la larga.

Esto demuestra que muchas veces buscamos conocimiento específico sin darnos cuenta de que es necesaria una comprensión más fundamental si queremos resolver problemas complejos. Y este deseo de conseguir respuestas rápidas lleva a que los datos curiosos, o las cifras sin contexto puedan inflar nuestra evaluación de algo o alguien.

En un mundo en el que cualquiera tiene acceso a canales para transmitir sus ideas, y en el que no tenemos forma de demostrar las credenciales y experiencia real de las personas. Es fácil que nos controlen nuestros sesgos, y debemos ir con cuidado y evaluar hasta qué punto podemos confiar realmente en alguien.

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