Uno de los experimentos mentales más famosos es el experimento del tranvía, planteado por Philippa Foot.
Digamos que somos los conductores de un tren que está fuera de control. Delante de nosotros hay dos caminos. Uno con cinco personas que morirán si seguimos recto. Otro por el que hay una persona. Probamos a usar los frenos pero no funcionan, el tren no se detiene. Ante esta situación tenemos dos opciones. ¿Continuar y matar a los cinco, o desviarnos y matarnos a uno?
El objetivo del es explorar situaciones que serían físicamente imposibles de reproducir sin causar daños graves y, al hacerlo, estudiar las ramificaciones a nivel de moral y ética.
Los avances tecnológicos a menudo nos piden que definamos cuándo es aceptable, e incluso deseable, sacrificar uno para salvar a muchos, como podría ser el caso de matar a alguien para usar sus órganos y salvar a varias personas.
El problema del tranvía puede parecer simple a primera vista, pero si nos detenemos y pensamos en sus implicaciones, nos daremos cuenta de que puede decirnos mucho sobre nosotros mismos, y ayudarnos a pensar en la ramificaciones de cualquiera de nuestras acciones.
Solemos pensar mucho en las ramificaciones a nivel de beneficios o a nivel práctico, pero pocas veces nos paramos a pensar en los problemas éticos que pueden tener nuestras decisiones.
Uno de los usos de los experimentos mentales es mejorar nuestra capacidad para romper nuestros sesgos cognitivos y limitaciones. En otras palabras, un experimento mental nos permite verificar si nuestra intuición es correcta al ejecutar experimentos que mejoran nuestra comprensión.
Un ejemplo de esto es el famoso “velo de ignorancia” propuesto por el filósofo John Rawls en su influyente Teoría de la Justicia. Para encontrar la forma más justa y equitativa de estructurar la sociedad, propuso que los diseñadores de dicha sociedad operen detrás de un velo de ignorancia.
Esto significa que no podían saber quiénes serían en la sociedad que estaban creando. Si diseñaron la sociedad sin conocer su situación económica, su origen étnico, talentos e intereses, o incluso su género, tendrían que poner en marcha una estructura que fuera lo más justa posible para garantizar el mejor resultado posible para ellos.
Es probable que nuestra intuición inicial de lo que es justo sea desafiada durante el experimento mental del “velo de la ignorancia”. Cuando nos enfrentamos a la cuestión de cuál es la mejor forma de organizar la sociedad, tenemos el sentimiento general de que debería ser justo. Pero, ¿qué significa esto exactamente? Podemos usar este experimento mental para probar los resultados probables de diferentes reglas y estructuras para llegar a un agregado de «lo más justo».
No necesitamos estar construyendo la legislación de naciones enteras para que este tipo de pensamiento sea útil. Piense, por ejemplo, en las políticas de recursos humanos de una empresa sobre contratación, etiqueta en la oficina o licencia parental. ¿Qué tipo de políticas diseñaría o apoyaría si no supiera cuál es su función en la empresa? ¿O incluso algo sobre quién eras?
Los experimentos mentales le informan sobre los límites de lo que sabe y los límites de lo que debe intentar. Para mejorar nuestra toma de decisiones y aumentar nuestras posibilidades de éxito, debemos estar dispuestos a sondear todas las posibilidades que se nos ocurran. Los experimentos mentales no son ensueños. Requieren rigor y trabajo. Pero cuanto más los use, más comprenderá la causa y el efecto reales, y más conocimiento tendrá de lo que realmente se puede lograr.

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