¿Cómo podemos saber si un modelo mental es erróneo?

Una pregunta que nos puede surgir, es la de saber cuando un modelo mental es correcto o no. La respuesta más simple a esta pregunta, es que la única forma de saber la utilidad de un modelo es probarlo.

Los modelos mentales son hipótesis sobre el funcionamiento de la realidad. De esta forma, deben ser testeados con la realidad para ver si funcionan y hasta qué punto funcionan. Pero estas pruebas no tenemos porqué hacerlas siempre nosotros, aunque sería lo ideal, sino que podemos asegurarnos de cuánto se usan y cómo se usan.

Si un modelo se testea constantemente, es poco probable que sea erróneo dentro del contexto en el que se prueba. En cambio, si un modelo mental no se puede testear, entonces no tenemos forma de saber si es cierto o no.

Un ejemplo de esto es el heliocentrismo. Hasta la llegada de Copérnico y Galileo, se consideraba que la tierra era el centro del universo. Este modelo de cómo funcionaba el universo se mantuvo durante siglos, aun cuando Ptolomeo ya mostró indicios de que no era cierto, debido a que no había una forma directa de comprobarlo, y el número de personas y contextos en los que se comprobaba su veracidad eran limitados.

De esta forma, no se pudo desmentir este modelo hasta que mejoraron los telescopios, y aumentaron el interés en el campo.

Cuanto más prácticos sean los modelos, más formas hay de comprobar su utilidad y veracidad. Esta es la razón por la que los modelos mentales de ingeniería, física, biología y otros campos experimentales son más populares.

Otra diferencia entre un buen modelo y un mal modelo mental, es que un buen modelo nos permite hacer inferencias, y usar pensamiento de segundo o tercer orden. Esto significa que basándonos en las normas básicas del modelo, podemos sacar conclusiones y construir ideas a través de estas conclusiones.

De esta forma, un buen modelo, actúa como base para construir ideas y conceptos sin necesidad de comprobarlos todos a nivel práctico. Por lo tanto, permite agilizar el proceso de pensar y construir. Aunque hay que ir con cuidado, porque no comprobar la veracidad de nuestras ideas aumenta la fragilidad del sistema con el que trabajamos.

Los modelos son como seres vivos, y por lo tanto han de ir cambiando con el tiempo. No adaptar nuestros modelos a las circunstancias resultará en una caída cuando menos lo esperemos.

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