En el 48 a. C., Cleopatra de Egipto se encontraba en una situación terrible. Técnicamente corregente con su hermano, en una familia famosa por asesinatos entre hermanos, fue expulsada del palacio y atrapada en un pantano sin forma de regresar.
Ella era reina, pero había tomado una serie de decisiones poco populares que la dejaron con poco apoyo, que le dieron a su hermano una amplia justificación para intentar asesinarla.
Al mismo tiempo, el gran general romano César llegó a Egipto, persiguiendo a su enemigo Pompeyo y asegurándose de que los egipcios supieran quién estaba realmente a cargo del Mediterráneo. Egipto era un país increíblemente fértil y rico, de gran importancia para los romanos.
La forma en que lo invadieron, sin embargo, creó resentimiento. En esta situación en la que Cleopatra, alguien con la autoridad para reinar pero sin ningún poder real, y Cesar, con el deseo de conquistar pero sin dedicar demasiadas tropas y con el respaldo del público, tenían los mismos objetivos.
Para sobrevivir, Cleopatra tuvo que tomar algunas decisiones. ¿Debería intentar arreglar las cosas con su hermano? ¿Debería intentar conseguir apoyo de otro país? ¿O debería intentar alinearse con César?
Cleopatra tuvo una gran educación política, basada tanto en el conocimiento histórico como en la exposición de primera mano a los acontecimientos en el Mediterráneo. Ella habría observado las acciones tomadas por su padre, Auletes, así como por varios miembros de la familia, que resultaron en el exilio, el soborno y el asesinato de la familia, los romanos o la población.
El resultado de su educación fue entender que cualquier acción podía tener consecuencias indeseadas, o lo que llamaríamos las consecuencias de las consecuencias, la base del pensamiento de segundo orden.
En esta situación, era imperativo que Cleopatra considerara los efectos de segundo orden de sus acciones. La ganancia a corto plazo podría conducir fácilmente a la ejecución (como de hecho ya lo había hecho para muchos de sus parientes). Si quería estar por un tiempo, necesitaba equilibrar sus objetivos inmediatos de supervivencia y el trono, con la necesidad futura de apoyo para permanecer en él.
En el 48 a. C. Cleopatra decidió alinearse con César. Parece probable que hubiese conocido los efectos de primer orden de esta decisión: enfadar a su hermano, aumentar la ira de los nobles y la posibilidad de asesinato, aumentar el desagrado del pueblo al considerarla como una traidora.
Pero seguramente aun así lo intento, porque gobernar con los romanos era la única forma de asegurar su vida y su poder. Los romanos querían gobernar pero no podían poner a uno de los suyos por el rechazo del pueblo, y a su vez eran pocas las personas con derecho al trono y dispuestas a actuar como su títere. De esta forma, Cleopatra se aseguró de que los romanos estuviesen detrás de su ascenso.
A su vez, si actuaba como portavoz de los romanos, podría tener cierto nivel de derechos a la hora de elegir quien conseguir concesiones comerciales o de gobierno, lo que le permitirá crear su propio poder dentro de Egipto y por lo tanto ser aún más atractiva, o peligrosa, para Cesar.
Probablemente anticipó que habría dolor a corto plazo, y lo hubo. Cleopatra inició una guerra civil, con un asedio al palacio que la dejó a ella y a César atrapados allí durante meses. Además, tenía que estar constantemente atenta a los planes de asesinato de su hermano.
Al ganar la guerra civil, César se deshizo de toda oposición importante a Cleopatra y se alineó firmemente con su reinado. Ser consciente de las consecuencias de segundo orden y utilizarlas para guiar su toma de decisiones puede significar que el corto plazo es menos espectacular, pero los beneficios a largo plazo pueden ser enormes.

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