Ayn Rand

Alice O’Connor (1905 – 1982), más conocida como Ayn Rand , fue una escritora y filósofa estadounidense nacida en Rusia. Es conocida por sus obras de ficción y por crear el sistema filosófico conocido como Objetivismo. Nació y se educó en Rusia antes de emigrar a Estados Unidos en 1926. Después de dos novelas inicialmente sin éxito y dos obras de teatro de Broadway, saltó a la fama con su novela de 1943, The Fountainhead. 

El trabajo más conocido de Rand, Atlas Shrugged, se publicó en 1957. Después recurrió a la no ficción para promover su filosofía, publicando sus propios periódicos y publicando varias colecciones de ensayos hasta su muerte en 1982.

Rand creía que la razón era la única forma de obtener conocimiento y se oponía a la fe y la religión. Creía en el egoísmo racional y ético y se oponía al altruismo. En política, condenó el uso de la fuerza como inmoral y luchó contra el colectivismo, el estatismo y el anarquismo. En cambio, abogó por el capitalismo de laissez-faire, que definió como un sistema basado en el reconocimiento de los derechos individuales, incluidos los derechos de propiedad privada.  A pesar de su oposición al libertarismo, que ella veía como anarquismo, Rand se asocia frecuentemente con el movimiento libertario moderno en los Estados Unidos. 

Rand abogó por el realismo romántico en el arte. A excepción de Aristóteles, Tomás de Aquino y los liberales clásicos, fue duramente crítica con la mayoría de los filósofos y las tradiciones filosóficas con las que estaba familiarizada.

¿Qué es la epistemología? Una breve introducción

Hoy en día, tenemos acceso a grandes cantidades de información. Internet está a solo un clic de distancia y los medios están disponibles las 24 horas del día, los siete días de la semana. Pero esto a su vez hace que sea muy difícil diferenciar cuales son los hechos, de la opinión y la propaganda. 

La pregunta de qué información es cierta, ¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Y qué es, el conocimiento? son los temas que trata la epistemología, la rama filosófica que se ocupa del estudio del conocimiento. 

Antes de seguir, es importante aclarar algunos conceptos sobre el conocimiento. Por un lado, el conocimiento es algo que nace del hecho de “ser consciente”. En su epistemología Aristóteles, y los objetivistas, basan su idea de qué es el mundo y como funciona el conocimiento en lo que se conoce como la ley de la identidad.

La ley de la identidad hace referencia a que cuando consideramos que algo es algo, ese objeto, individuo, es únicamente eso. Si vemos un pato, aplicar la ley de identidad simplemente significa aceptar que el pato es un pato y no otra cosa. 

La idea de epistemología basada en experimentos se puede ilustrar con el ejemplo del gato de Schrodinger. En el experimento, se pone un gato y un dispositivo que puede liberar veneno cuando lo toca, en una misma caja y se cierra. La idea, es que no podemos saber si el gato sigue vivo o no, a menos que abramos la caja. 

Cuando hablamos de “aprender algo”, hace referencia a que no podemos saber lo que ha pasado, y convertirlo en conocimiento, hasta que alguien mira en la caja. Cuando una persona consigue acceso, por ejemplo por medio de los sentidos, a un hecho, adquiere conocimiento. 

También es importante entender la diferencia entre saber que algo es verdad y creer que es verdad. Los cínicos y escépticos llevan desde la época de Sócrates argumentando que no podemos notar la diferencia, o que no hay una, que el conocimiento es una etiqueta que le damos a las creencias de ciertas personas. 

Pero usando la filosofía aristotélica y la objetivista, podríamos decir que algo es conocimiento cuando llegamos a ello a través del uso de la lógica a partir de premisas “que son verdad” observables por alguno de nuestros sentidos.

Personalmente, mi forma de entender el conocimiento se acerca mucho más a la de Karl Popper. El conocimiento es algo que podemos conseguir, en muchas situaciones, a través de experimentos. Digamos que queremos saber a qué temperatura hierve el agua. Si lo hacemos varias veces en nuestra cocina, podríamos ver que la temperatura es, más o menos, 100 grados. En esta situación podríamos asumir que la hipótesis de que el agua hierve a 100 grados es cierta, pero esto sería un error porque no implica una comprensión real de los fenómenos que controlan el proceso.

Si cogemos la misma olla, agua, y fogón, pero esta vez lo intentamos en una montaña, nos daremos cuenta de que el agua ya no hierve exactamente a 100 grados. En este caso lo que hemos hecho es validar nuestra hipótesis con experimentos en distintos contextos, y con ello crear la posibilidad de entender lo que controla el fenómeno. A menos que entendamos lo que controla algo, y validemos las premisas con experimentos, no podemos decir que estamos hablando de conocimiento real, sino de hipótesis. Y las hipótesis han de ser falseables, es decir que podamos comprobar de alguna forma si son ciertas, si no, dejan de ser hipótesis y ciencia. Esta es una de las principales críticas a las psicología Freudiana, sus ideas son interesantes y parecen tener alguna utilidad, pero no hay forma de testear sus premisas. 

La epistemologia y el concepto de qué es lo que realmente sabemos, es algo que ha dado problemas a lo largo de la historia, y ha sido uno de los principales focos de atención de los filósofos a lo largo de la historia. Personalmente creo que adoptar un enfoque experimental que mezcle las ideas del objetivismo, con las de Karl Popper, y Aristóteles puede ayudarnos a crear hipótesis funcionales que nos permitan crear cambios en el mundo de forma replicable, y por lo tanto que nos permita hacer predicciones.

Es decir, una vez hemos demostrado que algo es cierto en un contexto x, es probable que vuelva a serlo. Y si en alguna situación vemos que no es cierto, simplemente tenemos que modificar nuestra hipótesis. Así podemos seguir funcionando sin sentirnos paralizados por no saber que es cierto ni avanzar con nuestras metas.

La vida y obra de Ayn Rand

Rand se volvió políticamente activa en la década de 1940. Ella y su esposo trabajaron a tiempo completo para la campaña presidencial del republicano Wendell Willkie en 1940.  Este trabajo la presentó a otros intelectuales que apoyaban el capitalismo de libre mercado. Conoció al periodista Henry Hazlitt, quien le presentó al economista de la Escuela Austriaca Ludwig von Mises. A pesar de las diferencias filosóficas, Rand apoyó firmemente la obra de ambos hombres a lo largo de su carrera y ambos expresaron admiración por ella. Mises una vez la llamó «el hombre más valiente de Estados Unidos», un cumplido que apreció aún más porque usó la palabra «hombre» en lugar de «mujer».  

El primer gran éxito literario de Rand llegó en 1943 con The Fountainhead, una novela sobre un joven arquitecto intransigente llamado Howard Roark y su batalla contra lo que Rand llamó «personas de segunda mano», aquellos que intentan vivir a través de otros, poniendo a los demás por encima de sí mismos. . Doce editores lo rechazaron antes de que Bobbs-Merrill Company lo aceptara ante la insistencia del editor Archibald Ogden, quien amenazó con renunciar si no se publicaba.

A Rand se le prescribió la anfetamina Benzedrine para combatir la fatiga mientras terminaba la novela. La droga le permitió trabajar muchas horas para cumplir con la fecha límite de su novela, pero estaba tan exhausta que su médico ordenó dos semanas de descanso.  Su uso de la droga durante tres décadas puede haber contribuido a lo que algunos de sus asociados posteriores describieron como cambios de humor volátiles.

Rand ganó fama y seguridad financiera como resultado del éxito de The Fountainhead.

 Después de vender los derechos cinematográficos a Warner Bros. en 1943, volvió a Hollywood para escribir el guión. 

En 1951, Rand se mudó de Los Ángeles a la ciudad de Nueva York, donde reunió a un grupo de admiradores que incluían al futuro presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan, un joven estudiante de psicología llamado Nathan Blumenthal (más tarde Nathaniel Branden) y su esposa Barbara, y el primo de Barbara, Leonard Peikoff. Inicialmente, el grupo era una reunión informal de amigos que se reunían con Rand los fines de semana para hablar de filosofía en su apartamento. Más tarde, Rand empezó a permitirles leer borradores manuscritos de Atlas Shrugged, su nueva novela. Atlas Shrugged, publicado en 1957, fue considerado como la obra maestra de Rand.

La novela promueve los principios centrales de la filosofía objetivista de Rand y expresa su concepto de logro humano. La trama gira en torno a una América distópica en la que los industriales, científicos y artistas más innovadores responden a un gobierno del estado de bienestar haciendo una huelga y retirándose a un valle escondido donde construyen una economía libre e independiente. 

El héroe de la novela y líder de la huelga, John Galt, describe la huelga como detener «el motor del mundo» al retirar las mentes de aquellos que más han contribuido a la riqueza y los logros de la nación. Un largo monólogo pronunciado por Galt en la novela contiene una exposición del objetivismo.   Atlas Shrugged se convirtió en un éxito de ventas internacional a pesar de muchas críticas negativas.] Atlas Shrugged fue su última obra de ficción completa, que marcó el final de su carrera como novelista y el comienzo de su papel como filósofa popular.  

En 1962, Nathaniel Branden y Rand cofundaron The Objectivist Newsletter (más tarde rebautizado como The Objectivist) para difundir artículos sobre sus ideas; más tarde volvió a publicar algunos de estos artículos en forma de libro. 

A principios de la década de 1960, NBI tenía representantes en varias ciudades que transmitían versiones grabadas de las conferencias a audiencias locales. En la década de 1960, Rand se inspiró en las discusiones con Peikoff y Allan Gotthelf para escribir una monografía extendida sobre la formación de conceptos, Introducción a la epistemología objetivista. Cuando se publicó el libro de Rand en 1979, incluía el ensayo de Peikoff sobre la «dicotomía analítico-sintético».

Algunos ex alumnos, así como el propio Branden, describieron más tarde la cultura del Instituto Nathaniel Branden como una de conformidad intelectual y reverencia excesiva por Rand, y el NBI o el movimiento objetivista ha sido descrito como un culto o religión por algunos.

Los problemas del altruismo según los objetivistas

Todos hemos escuchado el argumento de que lo mejor para nosotros es sacrificarnos en nombre del bien público. Pero esta idea tiene varios problemas, entre ellos, el primero es que realmente no sabemos que significa el bien común. Este concepto es bastante ambiguo, y muchas veces se asume que hace referencia a lo que quiera la mayoría, que a su vez puede acabar causando lo que se conoce como una dictadura de las mayorías. 

En su libro, Sobre la Libertad (1859), de John Stuart Mill aborda la naturaleza y los límites del poder que la sociedad puede ejercer legítimamente sobre el individuo. Mill cree que sólo adhiriéndose al Principio de la Libertad pueden las instituciones políticas y sociales de una sociedad democrática cumplir su papel de dar forma al carácter nacional, permitiendo a sus ciudadanos seguir sus propias metas y deseos. 

Para John Stuart Mill las libertades del individuo son fundamentales, y  «el único fin por el cual la humanidad está autorizada, individual o colectivamente, a interferir con la libertad de acción de cualquiera de ellos es la autoprotección». «La única razón legítima para ejercer el poder sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad es evitar el daño a los demás. Su propio bien, ya sea físico o moral, es una justificación insuficiente». 

Según Mill, los «daños» que pueden evitarse incluyen tanto actos de omisión como actos de comisión. Por lo tanto, no salvar a un niño que se está ahogando, así como no pagar impuestos o no comparecer como testigo ante el tribunal, cuenta como un acto dañino. Según Mill, no cuenta como daño a alguien si la persona afectada, sin uso de fuerza o manipulación, esta dispuesta a asumir el riesgo: por lo tanto, ofrecer un empleo inseguro a otros es permisible siempre que no haya engaño de por medio. Pero a su vez defiende que la sociedad no debería permitir que las personas se vendan como esclavas.

Aunque la cuestión de qué constituye una acción egoísta y qué acciones, ya sea por omisión o por comisión, constituyen daños sujetas a regulación sigue estando en debate.

El sacrificio personal, según los defensores del altruismo, beneficia a la sociedad. Sin embargo, esta es una suposición falsa. ¿Por qué sería de interés público construir un parque pero no un centro comercial? Aquellos a favor del parque argumentarían que debido a que no hay tarifa de admisión, solo requiere financiamiento del gobierno; sin embargo, alguien debe pagar por ello. 

Al hacer uso del termino bien común muchas veces estamos obviando la realidad de que para hacer algo debemos sacrificar otra cosa, y nos escudamos en que “la mayoría lo quiere”, para no hacer frente a la realidad de que siempre hay minorías que pueden tener otras necesidades.

Los ciudadanos pagan el parque con sus impuestos, aunque no lo usen, y el centro comercial es gratuito. El concepto de altruismo eventualmente nos lleva al concepto de colectivismo. La idea hegeliana de que el estado tiene derechos supremos sustenta muchos de los estados modernos. La naturaleza colectiva de la sociedad se convierte en parte de nuestra identidad porque nuestra identidad se deriva de nuestra pertenencia al grupo colectivo. 

Cualquier forma de colectivismo eventualmente nos hace dependientes de la sociedad en la que vivimos, dejándonos indefensos como individuos. Cuando un miembro de una sociedad colectiva ve su posición como nada más que una pequeña parte de un todo más grande, es más probable que obedezca órdenes ciegamente. 

El colectivismo, en el peor de los casos, conduce al totalitarismo. Los estados cuidan a los individuos de la misma forma que los granjeros cuidan a los pollos y cerdos. Los granjeros crían animales porque los animales producen bienes como jamón y huevos, que benefician al granjero. Cumplimos el mismo propósito para los estados, somos un bien o un producto. El estado puede ganar extendiendo nuestro trabajo, tiempo o incluso vida.

¿Qué es realmente el egoísmo según los objetivistas?

Incluso aquellos que se oponen al altruismo no ven el «egoísmo» como una alternativa viable. Creemos que el egoísmo es únicamente perjudicial porque entendemos mal el concepto. Cuando escuchamos el término, podemos evocar imágenes de un hombre engañando a su esposa o un ladrón robando una casa: personificaciones morales del egoísmo. 

Nietzsche popularizó la idea de que el egoísmo es inherentemente dañino para los demás, describiendolo como algo que carece de empatía e impulsivo. Pero el egoísmo no es únicamente  el intento de satisfacer cualquier impulso que nos llegue sin importar el contexto. 

El verdadero egoísmo, al menos el que propone el objetivismo, es aquel que nace de tener en cuenta nuestros objetivos a largo plazo y el contexto en el que vivimos. El objetivismo siempre ha defendido que somos seres racionales, y que lo que debería guiar nuestra conducta es la lógica y la razón. Los animales, en cambio, simplemente intentan sobrevivir, satisfaciendo cada necesidad a medida que surge. 

Por lo tanto, el concepto de egoísmo objetivista no puede equipararse a seguir cualquier impulso que nos llegue en el momento sin tener en cuenta las consecuencias, porque eso estaría dejando de lado la lógica y podría generarnos más perdidas que ganancias a la larga, por lo que realmente no estaríamos anteponiendo nuestros deseo y bienestar a los demás, simplemente no estaríamos pensando. 

Como resultado, el egoísmo debe ser un acto racional. El egoísmo no nos impulsa a causar daño a los demás porque es más racional tratarlos bien. El comercio es preferible al robo porque robar a alguien puede resultar en nuestra muerte, o en que otras personas hagan lo mismo. Nuestro deseo egoísta de evitar la muerte nos motivaría naturalmente a colaborar pacíficamente con los demás. 

Según los objetivistas, el egoísmo es lo que impulsa a las personas a participar en intercambios voluntarios con otros en los que ambas partes se benefician. Si somos egoístas, valoramos nuestros valores, ideas y vidas. Tales cosas deben aceptarse y protegerse en lugar de entregarse, y debemos permanecer leales a nosotros mismos a toda costa. 

Y a su vez no podemos exigir o requerir que otros sacrifiquen sus propios valores o vidas por nosotros. Incluso el amor es egoísta. Las relaciones se forman con aquellos que son importantes para nosotros. Sería absurdo pasar tiempo con alguien que no nos gusta solo porque es lo que se espera en el contexto social. Mientras que un altruista podría considerar el martirio amoroso como una virtud, una persona egoísta lo llamaría irracional si no implica beneficios y satisfacción para ambas partes. 

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